Cuando fui hace 22 años por primera vez a Grecia, descubrí el tzatziki, una salsa/ensalada de pepino, ajo y yogur que me enloqueció y que traté de aprender de las mejores cocineras, restaurantes y tías incluidas. A la vuelta consideré seriamente fundar una religión alrededor de eso y me enteré por sitios web que otras personas en el mundo habían pensado lo mismo. Les enseñé a mi madre y mis hermanas y mis sobrinas la receta, quienes ahora lo preparan mucho mejor que yo y en mi familia todos son fanáticos.
Mi madre le enseñó a una empleada doméstica suya que también se fanatizó, y que al mismo tiempo trabajaba para un alto (…) directivo de La Cámpora del barrio, ése que anduvo con la griega bardera y bailó por un sueño. Todos los domingos los muchachos de la cúpula de la agrupación se reunían en su casa para chupar y morfar mientras debatían sus negocios y temas de militancia. Y se hicieron todos fanas del tzatziki de esta señora, que le pedían siempre que hiciera para comer como dip, cada vez más y más mamados.
Todo esto antes de la caída en desgracia de la desgraciada agrupación en nuestro generoso y tan desagradecido país. ¿Efecto causal, casual? Cada uno de nuestros actos tiene consecuencias realmente insospechadas, apenas hace unos días me enteré del efecto patriótico de mi encuentro fortuito y destinal con el tzatziki. Y me nace decir, como dicen los helenos: ZITO I ELÁDA!!! (¡¡¡Viva Grecia!!!).
Su pasado, testimoniado en sus ruinas ahí presentes sigue siendo fuente de inspiración y de construcción artística y política para el presente, y se sigue expresando en cosas tan aparentemente triviales como el tzatziki, cuando no en un instrumento de tan baja alcurnia como el acordeón.
No lo toco (literalmente y en todo sentido) desde hace muchísimos años, pero dos colegas griegos, Mary Galanou y Dimitis Koronakis, me propusieron grabar una entrevista de una hora y media en griego sobre las muchas cuestiones astrológicas que rodearon y rodean la realización de la película que filmé en Italia hace once años ‘Bomarzo 2007’, basada en la ópera de Ginastera y Mujica Lainez.
La conversación la llamaron “Simposio astrológico” y la hicimos mientras comiendo ricas cosas marinas griegas (desde luego, con tzatziki), en una taberna frente al templo de Hefesto, al lado de la Acrópolis. Y para darle más aire argentino, me invitaron a tocar ‘La cumparsita” en un acordeón que había a mano, y lo hicimos con el Partenón como fondo, mientras pasaba la gente.
Como hace tanto tiempo no tenía contacto con el instrumento, la cosa suena muy accidentada, no tan bonita como me salía hace años, pero… si uno no se da algunos gustos y no aprovecha las oportunidades que le va dando la vida, realmente es un boludo. Esa palabra tan argentina. Y sino, pregúntenle a los chicos de la Cámpora.
Jerry Brignone, 19 de agosto de 2018
Μπράβο!!! Bravo!!! Por el texto, por la entrvista, por el video, por la habilidad para hilvanar situaciones y sobre todo, por disfrutar de los regalos de la vida!
Gracias Nora! Es un don, pero también un trabajo! Beso grande